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viernes, 24 de mayo de 2013

JENNIFER


Desde el mismo momento en que miré sus ojos, supe que estaba enamorado de ella. Era una compañera más de la clase, habíamos intercambiado tres o cuatro palabras entre nosotros en medio año, pero nada más; era un sueño inalcanzable, al menos para un chico como yo, bajito para la media de los de mi edad, algo pecoso y, por añadidura, con unas gafas grandes que hacían mi rostro pequeño. A pesar de mi aspecto, no era ni mucho menos el típico perdedor o el rarito del colegio. Me llevaba bien con todos y cada uno de mis compañeros, en mayor o menor grado; nunca me metí en una pelea si podía evitarlo y, aún menos, las provocaba.

Jennifer era justo lo contrario a lo que yo era. Era una muchacha de quince años, con su melena hasta media espalda, de color castaño con mechas algo más claras siempre suelta, jamás domada por un coletero ni algo parecido. Sus ojos azules brillaban cada vez que sonreía y, cada vez que posaba su mirada cerca de donde yo estaba, un rubor me encendía el rostro. No era hermosa en el término estricto de la palabra, pero sí que era bonita, y eso bastaba para que todos los chicos, incluido yo, sintiéramos algo parecido al enamoramiento en aquellos jóvenes años.

Una tarde, al finalizar las clases en nuestro enorme colegio, los cielos descargaron una tormenta como hacía tiempo no se veía. Era primavera, y aquel día amaneció apacible y soleado; ni una sola nube turbó la bóveda celeste que se extendía sobre nuestras cabezas. Sin embargo, conforme iba avanzando el día, inmensos nubarrones ocultaron el apacible cielo y comenzaron a sucederse los truenos y los relámpagos en turnos cada vez menos espaciados. De manera conclusa, la lluvia comenzó a caer tímidamente primero , como un aguacero después.


A nosotros no nos importaba salir más pronto o más tarde en dirección a nuestras confortables casas. Era viernes, así que teníamos tiempo de sobra. Recuerdo que nos juntamos varios de nosotros en un patio cubierto que daba a las clases y allá nos apoyamos en la pared formando un corrillo disperso. Hablábamos de cosas sin importancia, cosas de chicos.

- Este fin de semana lo tengo crudo para quedar y salir al mercado de las bestias.- comentó Lázaro.- Mi madre me ha dicho que tengo que aprender a manejar la espada porque mi padre vuelve de las montañas púrpura.

- Pero es algo que llevamos planeando hace casi un mes…- dijo lamentándose Níger.- ¿Ahora vas a rajarte?

- Yo tenía que atender la tienda de mi tío.- añadió un tercero llamado Caleb; su tío se dedicaba a la venta de potingues, algunos ungüentos para dolencias, otros verdaderas pociones mágicas. Era algo así como un farmacéutico mago.- Le dije que si podría escaquearme de las tareas mañana y me dijo que sí. Y ahora vas tu y dices que no puedes venir.

- Siempre podemos quedar el fin de semana que viene. El mercado de las bestias no se va hasta finales de la primavera.- sugerí para calmar los ánimos.

- Claro; a ti te da lo mismo un día que otro. Es más fácil atender una granja que aprender el arte de la espada.- dijo Lázaro burlonamente.

- Bueno, macho; el que se pica, ajos come. No soy yo quien tiene un padre que es Paladín.

Abro aquí un inciso para indicar lo “fácil” que era trabajar en una granja. Las posesiones de mis padres eran pequeñas para ser grandes potentados, pero suficientes para poder permitirnos vender más de la mitad de la producción. Teníamos maquinaria animada por las artes mágicas de mi madre, así que el trabajo, en verdad, era sencillo. Mi familia, yo incluido, nos limitábamos a supervisar que todo fuera bien; cuando mi madre se agotaba para controlar las máquinas, era turno de mi padre. Yo aún era muy joven para controlarlas, así que me limitaba a manejarlas de la única manera que sabía: manualmente.

- ¿Entonces que hacemos?- preguntó Níger. Parecía realmente ansioso por ir al mercado de las bestias.

- Intentaré hablar con mi padre para que el próximo fin de semana me deje ir con vosotros. Pero esto seguro que significa más caña la siguiente semana… maldita sea…- contestó Lázaro mascullando lo último entre dientes.

- Entonces, ¿quedamos para la que viene a ver qué pasa?- dijo Caleb.

- Seguro que la semana que viene podemos todos, hombre.- animé un poco a mi grupo.- Además, tengo una prenda roja. Ya sabéis que da suerte, como cuando es Navidad.

- ¿Qué prenda roja? Si nuestro uniforme es gris… a no ser que lleves los calcetines de ese color, que mal gusto…- dijo Lázaro, siempre tratando de levantar ampollas.

- No; te equivocas. Mis calzoncillos bien rojos que son.

Esto provocó una carcajada general en medio de aquel bullicio de estudiantes que esperaban a que se abrieran las puertas para poder salir una vez que la lluvia se hubiera apaciguado. Mientras reíamos, mis ojos se encontraron con Jennifer. Ella estaba a unos tres metros de nosotros junto con dos de sus amigas. Pero podía apostar lo que fuera a que estaba más pendiente de nuestra conversación que de la de sus compañeras. Cuando entendí que había oído lo de los calzoncillos, de nuevo un rubor se apoderó de mi rostro, pero por nada en el mundo aparté mi vista de aquellos preciosos ojos que me devolvían la mirada como si de un espejo se tratara. Me sonrió un instante y volvió de nuevo al diálogo con sus amigas, fuera cual fuese. Alguien me dio un codazo cariñoso entre las costillas: era Níger.

- Despierta, hombre; ya han abierto las puertas. Es hora de salir.- apremió mientras cogía su mochila.

Los demás habían hecho ya lo propio y nos dirigíamos hacia la salida de manera ordenada. Mientras andaba por el pasillo y mis colegas hablaban del último capítulo de una serie que habían visto por televisión, noté que alguien me cogía el brazo y lo enlazaba con el suyo. Giré mi cuello para ver quién era y me encontré cara a cara con el sueño de mi vida.  Jennifer me estaba cogiendo del brazo y me miraba con una sonrisa complaciente. Ni por todo el oro del mundo habría cambiado esa situación, ese momento, ese segundo.

Mis compañeros se dieron cuenta del percal y se miraron asombrados con una mueca de menuda-suerte-tiene-el-chaval; Jennifer se dio cuenta de ello y les habló con una voz que parecía semejante a la de los ángeles.

- Si no vais a ir al mercado de las bestias, ¿no os importa que me lo lleve yo esta tarde, verdad?- preguntó con una sonrisa que mostraba una preciosa hilera de dientes más blancos que el nácar.

- Para nada, tía.- contestó Caleb.- Iván, cuidado; recuerda los calzoncillos.

Mis amigos rieron por lo bajo, pero Jennifer fingió no darse cuenta de aquel comentario. Salimos por la puerta casi antes que ninguno y solo me pude volver para saludarles con la mano mientras ellos me levantaban dos dedos en señal de la victoria, con una mezcla entre envidia y asombro.

Ni yo podía creerme lo que pasaba entonces. Caminaba como si fuera en una nube y Jennifer seguía con su paso firme hacia delante, sin detenerse en ningún momento. Mientras salíamos del recinto que delimitaba la escuela y empezábamos a andar por un sendero asfaltado que estaba encharcado, me atreví a desenlazar nuestros brazos y pasárselo por la espalda hasta posar mi mano a media altura entre el hombro y el codo. A ella pareció gustarle el cambio, porque me abrazó por la cintura. Estaba que no cabía en mí de gozo. Paseando por aquel sendero de cemento, con nubes sobre nosotros que aún amenazaban tormenta, me creí tan henchido de fortuna, que casi podía explotar.

- ¿Qué te apetece, Iván? Podríamos ir a la plaza y pasearnos por ahí a ver que encontramos. Tengo unas cuantas monedas doradas para dos helados. ¿Te parece?

- Yo… si… bueno…- los balbuceos de un chico enamorado cuando se hacen realidad sus sueños son más que un hecho. Son una absoluta realidad. Recuerdo esas primeras palabras que le dije con una mezcla de vergüenza y comicidad.

- Entonces allá vamos. Si quieres, luego, podríamos pasarnos por la Torre de Gladys y ver las secciones de compra y venta…

La Torre de Gladys era una soberbia construcción de piedra negra que inexplicablemente brillaba por la noche en suaves tonalidades de innumerables gamas de colores. Allá dentro se vendía o compraba cualquier cosa, desde papelería hasta, por ejemplo, polvo de diamante para volar. No me parecía mala idea pasar la tarde en aquel sitio, siempre y cuando fuera en compañía de Jennifer.

Y así fue como pasamos tal vez la tarde más increíble de mi vida. Pasé de no conocer más que de vista a aquella chica de hermosos cabellos a compartir con ella dos helados (que, gentilmente, pagué yo con mi dinero) y un montón de charlas, anécdotas, conversaciones serias para dos chicos de quince años y risas, muchas risas. Para entonces, no solo yo estaba prendado de ella, de su sencillez, de su belleza y de su porte, si no que ella también parecía, al menos, interesada en mí.

Después de los helados anduvimos por el centro; paramos en la carroza de las flores, le compré una Flor Lacrimal contra la mala suerte y ella me correspondió más adelante, en el puesto del Jovial Eldred, con la mitad de un colgante de gardaleto, un metal que brilla ante la proximidad de otro de iguales características. La otra mitad se lo quedó ella.

Para entonces el paseo ya no era ni cogidos del brazo ni de la cintura, si no de las manos. Entrelazada la suya con la mía, nos aproximamos a la Torre de Gladys y entramos. Fuimos piso tras piso, viendo rarezas de tierras lejanas con lo cotidiano de nuestros días. Ella parecía, sin embargo, ansiosa por ver algo que estaba casi en la última planta, cerca donde el cónico techo indicaba que ese era el final de la torre. Me decía que allá había algo que casi era de leyenda, algo que se pensaba que no existía. Quería ver las tortugas parlantes de Shymb.

Me arrastró casi literalmente escaleras arriba desde donde nos encontrábamos y pasamos a una sala bien iluminada, donde una docena de personas curioseaban maravillados, como yo estaba, de tantas y tantas cosas en las vitrinas. Al fondo de aquella sala había una zona en la que se hallaba una tienda de campaña cúbica y cuya cubierta era de un color purpúreo y negro. Allá posiblemente se encontraban las tortugas parlantes que Jennifer tenía ganas de ver.

Nos metimos sin ningún tipo de miramientos en la tienda y pasamos de una buena iluminación a una más bien escasa. Había tres estantes al fondo y, justo en el que estaba en el medio, veíase una jaula de metal con tres tortugas… por llamarlas de alguna manera. Su cuerpo era como el de una de ellas, sin duda, pero no poseían caparazón y eran más grandes que una común. Sus patas acababan en manos que vagamente recordaban a unas humanas y los ojos de aquellos animales poseían una vitalidad y una conciencia como en ninguna criatura había visto. Si esto lo hubieran visto mis amigos, se hubieran quedado mudos de asombro; probablemente se les hubiera olvidado el mercado de las bestias.

Una de las tortugas levantó la cabeza y se irguió sobre sus patas traseras; asió con ceremonia los barrotes y me miró con atención. Jennifer parecía extasiada. Parecía esperar algo de esos seres. La tortuga desvió su mirada hacia ella y le ordenó con un gesto de aquella repulsiva mano que abandonara la tienda; se fue agachando la cabeza y sin reparar en mi.

- No te preocupes; ella te esperará fuera. Estará mirando cosas por ahí. No es impaciente.- informó la tortuga con una voz cascada y grave.

- Es increíble; realmente puedes hablar…

- Todas nosotras podemos, hijo.- dijo una segunda.- Aparte de esta maravillosa virtud, también somos famosas por predecir el futuro de todas las criaturas vivientes.

- ¿En serio?- pregunté maravillado.

- … pero sin duda tenemos una más que mala noticia, hijo.- dijo la tercera haciéndose hueco entre sus repulsivas hermanas.- Me temo que Jennifer no es para ti… ni tú para ella. Ella espera a alguien de alta cuna… y tu no eres más que un granjero, ¿me equivoco?

No sabía que decir; estaba confuso, pero las tres tortugas siguieron hurgando en la herida.

- Podría estar contigo, pero sin duda acabaría por abandonarte. Y no está bien que lo que empieza así de bien termine de esa manera tan catastrófica. Deberías de replantearte si su compañía te merece o no.- retomó la primera.

- Ella seguramente te abandone, sí; no hay nada más espantoso que ver como el amor que una persona te procesa se marchite como una flor agostada al sol.- añadió la segunda.

- Ella está afuera esperando que salgas. Serás otro más para su colección; vamos, echa un vistazo. ¿Ves que esté enfrente de la tienda?- Jennifer estaba algo más lejos, ojeando lo que parecía ser un libro de historias.- Ni siquiera se molesta en saber qué te ha parecido. Se ha alejado de la tienda… se ha alejado de ti, Iván. Deberías de hacer justicia a tu propia entereza y salir de aquí sin decirle absolutamente nada. Es lo justo por lo que ahora ella hace.

Sentí la vergüenza inundar hasta la última fibra de mi ser y, sin despedirme ni agradecer a las tortugas su ayuda, salí de la tienda de campaña como alma que lleva el diablo. Pasé a cinco metros de ella, que seguía enfrascada en una estúpida lectura y bajé las escaleras de la torre tan rápido como mis piernas me lo permitían. Cuando llegué a su base y salí de allá, vi que había comenzado de nuevo a llover. La gente corría a refugiarse en cualquier saliente de las fachadas que les ofrecieran cobijo contra la lluvia, pero a mi me apetecía llegar a casa lo antes posible. Ya eran más de tres horas las que había permanecido fuera. Quería olvidarme de todo aquello y, simplemente, no ver jamás a Jennifer. A saber a cuántos más habría llevado allí con que extraños propósitos.

Mientras andaba por las mojadas calles y mis pies cubrían la distancia que me separaba del centro a mi granja, mis pensamientos remaban en otra dirección. No podía olvidarla así como así. No era lo que había pasado en nuestra pequeña cita. Pude ver en sus ojos el brillo de un sentimiento más fuerte que la maldad. Tal vez no era ella la que me estaba faltando a mi. De alguna manera, caí en la cuenta de que aquellas miserables tortugas me estaban mintiendo. Eran ellas las que me mentían. Mis pasos murieron allí mismo y, con un movimiento de asentimiento de mi cabeza, resolví dar media vuelta y correr, correr mucho hacia Jennifer, hacia donde ella estaba.

Llegué a la Torre de Gladys en menos de dos minutos. Casi me caigo al llegar a las puertas, pues el marmóreo suelo resbalaba por efecto de la lluvia. Entré empapado hasta el tuétano y subí rápido las escaleras que me llevarían, probablemente, hasta ella. Los clientes con los que me cruzaba, algunos con paquetes, otros simples curiosos, se apartaban como podían de aquella bala en la que me había convertido, siempre hacia arriba. Al llegar al último piso, vi a Jennifer en medio de la sala, mirando ávidamente las escaleras, como si esperara que por allá apareciera alguien; en este caso, yo. Y cuando me vio un gesto de sorpresa, alivio y alegría se dibujo en su precioso rostro. Ella esperó paciente a que yo me acercara, empapado e impresentable como iba, hasta ella; era como si fuera un caballero que va en pos del rescate de su dama.

Cuando llegué a su altura, ella me cogió de las manos con suavidad y la sonrisa que me dedicó fue suficiente recompensa para mi. Nuestros ojos buscaban en el reflejo del otro aquello que todos identificamos como amor. Tras ese momento de increíble sentir, Jennifer me habló.

- Me has salvado, Iván. Soy una muchacha cautiva de tres malvadas brujas las cuales, celosas de mis numerosas virtudes, me maldijeron con el repudio de todos aquellos a los que conociera. Ellas se encargarían de envenenar el corazón de todos ellos y ponerles en mi contra para jamás conocer el amor. Si me negaba a llevarles ante ellas, acabaría en brazos de la muerte. Pero finalmente, tus sentimientos por mi han podido más que el veneno de esas brujas. Me has salvado, Iván.- repitió de nuevo Jennifer.

Tras contarme su breve historia, tres gemidos lastimeros surgieron de la tienda de campaña en forma cúbica de paño violáceo; y este pareció encogerse en sí mismo para desaparecer en la nada. Así pues, aquello parecía refutar sin ninguna duda la historia de Jennifer. Las brujas metamorfoseadas en aquellas horribles criaturas no volverían a molestarla nunca más.

En cuanto a lo que pasó entre ella y yo, baste decir que aún a día de hoy seguimos profundamente enamorados y el nuestro, pese a quien le pese, no ha dejado de ser un cuento de hadas desde el principio hasta el que sea nuestro fin. 



18 comentarios:

  1. Wow, ¿ ves como si que te salen super los cuentos de amor? Es precioso este relato, una historia infantil al principio, llena de sentimientos puros, de misterio y con un final precioso. Me gusta como combinaste elementos y escenas de la vida real con la vida fantástica. El chico, que nada tiene en el principio pinta de héroe, salva a la princesa de esa maldición y el cuento no se acabo así sino mencionaste que toda la vida siguió y sigue siendo un cuento de hadas! Sin duda, es uno de mis relatos favoritos que leí en tu blog! :*

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    1. ¡Hola peque! En realidad, no es un cuento de amor, sino más bien el estilo de los cuentos de hadas del príncipes que para nada son príncipes y princesas que no son tales. Me alegra un montón que te haya encandilado la mezcla de distintos elementos para dar forma a este relato y, por supuesto, me encanta que, valga la redundancia, te haya encantado.
      ¡Un beso muy muy grande!

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  2. Uuuaaauuu! Me encantó tu relato!!!! Ya sin el fantástico final de las brujas lo que hubiera dado por una historia de amor como esa a los 15 años!! Genial!! Saludos!

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    1. ¡Hola, Francisco! Muchísimas gracias, antes que nada, por pasarte por aquí. Ciertamente, quitando la fantasía del relato, es una buena historia de amor adolescente que acaba con un final feliz muy a gusto de los cuentos de hadas. ¡Gracias de nuevo por pasarte por aquí y un saludo muy fuerte!

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  3. ohhh! sin palabras, hermoso sin más!..me ha fascinado realmente mágico, cuando hay sentimientos de verdad nada ni nadie se puede imponer,pero también es cierto que hay muchas personas que cuando ponen en marcha el musculo de la lengua es imposible pararlas,es más hacen daño sin saber el mal que pueden hacer, pero lo mejor algunos se lo creen!y muchas veces nunca se llega a buen puerto.La realidad supera la ficción!...que bonito!!.. Un Saludo

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    1. ¡Buenas Elisa!

      Al paso que vas me voy a quedar sin material que enseñarte... :P
      Siempre he dicho que este tipo de relatos, donde hay algo de amor por el medio no es un género que suelo explotar; de hecho, creo que solo hay dos, contando este, que responden a este estilo. Sin embargo, el tema fantástico es algo que me puede y me atrae y la mezcla de ambos géneros puede dar lugar a un experimento mínimamente interesante como es este relato. ¡Muchísimas gracias por comentar!

      ¡Un abrazo!

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  4. Un relato bien abierto, mejor cerrado, un mundo fantástico detrás que pinta muy interesante, y... ¡romanceeee! Cuando está tan bien contextualizado sí, qué bonito es el amor :D Y este príncipe tan imperfecto también me ha gustado mucho.

    ¡Un abrazo, Pedro!

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    1. ¡Hola Candela!

      El tema del amor es algo que, según mi propio criterio, hay que tratarlo con algo de delicadeza: si lo tratas poco, acaba muriendo y, si te pasas, acaba siendo empalagoso y poco creíble. He intentado esforzarme para quedarme en el término medio y así construir uno de los relatos que, pensaba, iban a quedarse un poco rezagados. Como siempre, me equivoco en todo...:P

      ¡Un abrazo muy grande!

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  5. Precioso! me ha encantado, es tan real y a a la vez...el misterio, el amor. Muy bonito. Saludos y encantada de leerte y seguirte ya!

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    1. ¡Buenas, Sonsoles!

      Déjame darte la bienvenida por aquí y a invitarte siempre que quieras a buscar y leer como si estuvieras en casa. Tantos comentarios como el tuyo me abruman y me sorprenden pero, sobre todo, me alegran muchísimo por lo que intento hacer y me animan a seguir escribiendo más. Lo dicho, no dejes de venir por aquí; estaré esperando para enseñar más cosas.

      ¡Un saludo!

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  6. Me ha gustado mucho el mundo que dibujas. Parece muy interesante, no sé si tienes pensado explorarlo más.
    Muy bien reflejado el comportamiento de los quinceañeros, también. Debe ser que guardas buenos recuerdos :)
    ¿Habrá una continuación?

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    1. ¡Hola Carme!

      Bienvenida de nuevo por aquí. Tal vez lo haya dicho antes, no lo recuerdo; pero sí que planeo explorar más este tipo de mundos. Una de mis debilidades es mezclar todo lo que sea posible; en este caso, mundo real con algunos elementos fantásticos. De esta manera se logra una atmósfera única y atemporal, necesaria sobre todo para que el lector pueda imaginar el resto. En cuanto al comportamiento de los quinceañeros efectivamente guardo buenos y "malos" recuerdos y, sin atisbo de dudas, están más reflejados en la generación que yo recuerdo del instituto a como es ahora.

      Respecto a una continuación, el relato sí que está cerrado. Pero no descarto para nada volver de nuevo a este escenario donde lo real y lo fantástico se mezclan, se unen y fluyen como si fueran uno.

      ¡Un abrazo enorme!

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  7. Me encanta, me encanta y... me encanta!! Qué combinación más perfecta entre realidad y fantasía! La verdad es que no sé qué más decirte que no te hayan comentado ya. Me encanta (he dicho ya eso?) el escenario que has creado para tu cuento de hadas y yo también voto por explorar más esas tierras llenas de magia y de personajes tan cotidianos y reales, que podrías encontrártelos al girar cualquier esquina.
    En cuanto al relato en sí, yo tampoco soy muy fan de los romances empalagosos, así que puedes imaginarte lo mucho que he disfrutado de este despliegue de inocencia, ternura y pureza de corazón.
    Esta vez es mi turno para intentar sacarte los colores, porque no puedo despedirme sin decirte que, con este relato, me has hecho recordar a la gran Ana María Matute ;)
    Un abrazo enorme!

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    1. ¡Hola Andromeda!

      Tal vez sea apuntar demasiado alto al atisbar semejanzas con Ana María Matute... demasiado grande me queda el honor. No obstante, volviendo al relato en sí, siempre he tenido debilidad por mezclar dos realidades distintas y que los personajes imbuidos en la historia lo traten como si fuera algo cotidiano. Tal vez suene ya a tópico de las incontables veces que lo he dicho, pero de verdad que me alegra muchísimo que te haya no gustado, sino encantado y, por supuesto, espero con más ganas todavía tu próxima visita en donde, espero que a estas alturas ya lo sepas, eres mucho más que bienvenida.

      ¡Un abrazo gordísimo!

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  8. ¡Enhorabuena!¡Menudo éxito! ;)

    He estado unos días un poco ausente y al volver me he encontrado con un montón de lectura pendiente. Qué bien que he empezado por este relato. Y qué pena que sea solo un relato, porque a mí se me ha hecho corta la resolución, estaba esperando una historia épica para salvar a su amada, que hubiera tardado un poco más en darse cuenta que le habían engañado, y entonces comenzase una gran aventura al estilo de la gran película "La princesa prometida".

    He de decir que me ha desconcertado un poco esa mezcla de realidades, de repente parecía un mundo fantástico al más puro estilo, y después aparece un televisor. No sabía muy bien cómo imaginar ese mundo. Pero está claro por los comentarios que solo me ha pasado a mí.

    Lo que más me ha gustado ha sido la escena de las tres tortugas parlantes, me ha sacado una sonrisa, la he visualizado perfectamente y me ha recordado, hablando otra vez de cine, a "Dentro del laberinto", una de mis películas favoritas. Lo repito, que buena es esa escena. ;)

    Un abrazo.

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    1. ¡Buenas y bienvenida, Patricia!

      Muchísimas gracias por tu enhorabuena y, siendo sincero, te echaba de menos ya por aquí.
      Lamento muchísimo que se te haya hecho corto, pero prefería que fuera un "cuento de hadas" a la antigua usanza y no una historia algo más larga como "La princesa prometida".

      En cuanto a la mezcla de realidades al principio imaginé que podría descolocar un poco, pero basta con aceptarlo y dejarse llevar. Cierto es que me he tomado algunas licencias como lo que es la magia y el televisor, buena comparación pero... en un mundo así todo vale mientras tenga coherencia ;) Algo parecido pasa en la película (vaya si estamos cinéfilos hoy :P) Stardust.

      Y lo de la escena de las tortugas... es que das en el clavo a todo lo que te pongo a tiro :D "Dentro del laberinto", al igual que "Cristal oscuro", son dos películas marcadas a fuego en mi persona y, de la manera en que iban tejiendo su diálogo, me venía a la cabeza las inmortales marionetas de Jim Henson.

      Muchas muchísimas gracias por pasarte tras tu ausencia aquí y, sobre todo, por haber escogido este blog para leer. No podrías estar más feliz.

      ¡Un abrazo enormemente enorme!

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  9. He de decir que al principio me descolocó un poco el cambio a fantasía, porque parecía un relato realista... Pero me acostumbré enseguida. El mundo que creaste me recordó a Harry Potter, por esa combinación de presente con fantasía medieval...

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    1. ¡Hola Aradlith!

      Me imagino que resultaría algo chocante, pero es una incursión muy poco frecuente en lo que suelo escribir... Aún así espero que la mezcla de dos géneros no sea muy fortuita y se pueda leer sin problemas. ¡Muchísimas gracias por pasarte por aquí y un abrazo muy grande!

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