- ¡Eh, tú! Sé que estás allí
escondido. Sal de detrás de la máquina, te prometo que no te haré daño.
El viejo hablaba con tranquilidad mientras se acercaba a quien fuera el
que estuviera escondido entre los oxidados restos de la maquinaria. Probó a
tender la mano en señal amistosa, pero nadie se movió allá atrás. El viejo no
sentía miedo. Al contrario; se sentía muy feliz de encontrar a alguien con
quien poder hablar. Alguien, digamos… corpóreo.
- Vamos, hombre. ¿No ves que soy
de verdad? Mírame. Soy de carne y hueso, como tú.
- ¿No reluces?- preguntó una voz
tímida desde el otro lado de la trilladora que al viejo le sonó infantil.
- Te aseguro que soy tan hombre
como cualquiera antes lo era, muchacho. Deja de tener miedo de mí, sal y hablemos.
Hace mucho tiempo que no parloteo con nadie y casi lo he echado de menos, si no
fuera porque he hablado conmigo mismo desde que todo esto ocurrió.
El muchacho salió despacio de su escondite. Miraba al viejo con una
expresión huidiza, como si esperara ver una transformación, pero en lugar de
eso vio a un hombre cuya faz estaba surcada por arrugas y su vestimenta estaba
rasgada y grisácea por el desgaste. El chico tampoco tenía muy buen aspecto.
Estaba muy delgado y manchado de barro y polvo, como si hubiera permanecido
dormido durante innumerables años. El viejo sonrió cansinamente y el chico
permaneció alerta.
- No; no te asustes, tranquilo.
Ya has visto demasiado como para fiarte ahora de alguien desconocido, lo
comprendo, pero quiero que compruebes que soy de verdad.
El viejo miró al suelo buscando un objeto y encontró a dos pasos una
barra de acero igual de oxidada que la máquina donde se había ocultado el
muchacho. La cogió entre sus huesudas manos y la levantó del suelo casi sin
esfuerzo para volverla a dejar de nuevo en la polvorienta superficie. El chico
corrió hacia el viejo y le tocó ávidamente, como si acabara de reconocer a su
mismísimo abuelo muerto ya hacía tiempo. El viejo se agachó y le miró al rostro
mientras el muchacho lloraba.
- ¿Qué te dije, pequeño? Debes
confiar en mí. Ahora por fin has encontrado a alguien con quien estar. ¿Qué
edad tienes y cómo te llamas?- preguntó el anciano.
- No sé como me llamo y tampoco
sé la edad que tengo. Puede que tenga ocho años o nueve. Creo que tengo esa
edad porque me acuerdo de contar hasta más allá de mil.
- Entonces, muchacho, me temo que
yo tampoco puedo decirte como me llamo ni que edad tengo, porque tampoco lo
recuerdo. ¿Qué era lo que estabas haciendo aquí?
- Es el único sitio donde estoy
seguro sin que venga ninguno de los de fuera. Les da miedo lo que está
derrumbado, lo sé. Pero tampoco sé si están fuera ahora.
- Puedes estar seguro de que no.
No hay nadie allá afuera porque yo he llegado del exterior. Si no, ¿cómo
hubiera entrado?
- ¿Vienes de muy lejos?- preguntó
el chico.
- Sí; sí que vengo de lejos.-
suspiró el anciano.
- ¿Y qué es lo que ha ocurrido?
¿Por qué no hay nadie y, sin embargo, creo que me siguen?
- Verás, chico. Hace mucho
tiempo, cuando la gente aún era gente, nuestra civilización se basaba en
estructuras materiales tanto para ver, como para oír, como para tocar… e
incluso para saborear. Había edificios altísimos que ya no están, tan enormes
que llegaban a tocar el cielo.
- De eso me acuerdo, pero era muy
pequeño. Sé que había un parque y mi madre me compró un helado porque me había
portado bien. Y recuerdo que era de fresa… aún me acuerdo de cómo sabían los
helados de fresa; eran mis favoritos. Aunque el parque ahora ya no está. Ya no
hay nada de eso.
- Sí que está, pero no lo podemos
ver tal y como es ahora. Solo vemos ruinas.
- ¿Por qué no lo podemos ver?
El viejo se levantó y fue lentamente hacia la puerta mientras el chico
permanecía sentado, atento a sus movimientos. Cuando llegó a la puerta, una
puerta de cobertizo plena de brechas desde donde entraba la luz, echó un
vistazo al exterior. Sus agudos ojos grises vislumbraron un desierto arenoso
que llegaba hasta donde alcanzaba la vista y un cielo azul celeste; soplaba un
viento tibio que hacía trasladar las dunas pacientemente. El muchacho se
estremeció; no entendía la conducta súbita de su nuevo amigo.
- ¿Esperas a alguien?- preguntó
inquieto.
- No se puede ver nada porque no
hemos dado el Gran Salto.- contestó el viejo haciendo caso omiso a la pregunta
de Chico. Y antes de que éste preguntara de nuevo, el viejo siguió su letanía.-
Aún seguimos siendo humanos, pero lo que hay ahí fuera son seres vivos amorfos.
Son entes; no están sujetos a propiedades materiales. Lo dominan todo y son
energía pura y dura concentrada. Han logrado derribar los obstáculos
materiales. Han liberado su energía corporal a través de la mente y se han
fundido en el espacio, la energía y en el Todo. Yo los llamo los Perfectos.
Estoy seguro de eso, de que son así: Perfectos. ¿Cómo podrían ser, si no?
- ¿Eso significa que nosotros
somos imperfectos?- preguntó Chico tembloroso.
- No del todo, muchacho.
- No lo entiendo. ¿Somos
imperfectos o no?
El viejo reflexionó unos instantes y contestó.
- Es posible que lo seamos, sí.
Piensa que no nos hemos librado de la materia que nos rodea y de la que
formamos parte. Ellos no son simplemente entes o seres presenciales, son
también seres mentales; son seres que viajan a través de las auras energéticas
de la naturaleza porque, al fin y al cabo, la misma naturaleza en una
gigantesca fuente de energía de la que todos formamos parte. Pero nos falta
unirnos por completo a ella. ¿Piensas que hemos venido de ella de forma
material? No: Creo que es la energía ese empuje necesario que hace que todo lo
material y lo inmaterial exista.
- Entonces… somos seres
imperfectos porque estamos rodeados de materia; nosotros mismos somos materia.,
no como ellos. Siempre me han dado miedo, porque no les veía, y siempre han
intentado matarme. Lo sé porque lo noto.
- No quieren matarte. Simplemente
te corrigen. Tu alma, por decirlo de alguna manera, es para ellos tu única y
verdadera identidad y ésta forma parte del ente y de la energía. Están en todas
partes y se extienden por todo, ya sea animado o inanimado: están en el cielo,
en la tierra, en las flores o incluso también en una mesa de madera o de
hierro, porque cada cosa, cada objeto, irradia su propia luz. Eso es algo que
ahora se sabe.
- ¿Y cómo se liberaron de sus
cuerpos entonces?- preguntó Chico de nuevo.
- Se liberaron porque adquirieron
el conocimiento total de su ilimitada capacidad pensativa. Nuestro cerebro, en
años anteriores complejo, ha sido ahora el mayor descubrimiento del mundo.
Solamente se conocía un pequeño porcentaje de actividad cerebral. Los
Perfectos, sin embargo, han llegado a desarrollar una capacidad cognitiva
acerca de las funciones cerebrales absoluta, pero eso no lo puede entender una
mente finita, encerrada dentro de un cuerpo material. La mente se expande,
busca nuevos horizontes y se desprende de su cascarón, en este caso el cuerpo.
Por eso el cuerpo ha desparecido y ha quedado la esencia del hombre en el
espacio.
- O sea que, si lo entiendo, esto
quiere decir que somos los errores, la excepción. Y por eso quieren librarse cuanto
antes de nosotros.
- Tenías razón, aquí se está a
salvo de cualquiera que intente filtrarse por las auras y capturarnos. Haría
falta que se transformaran en algo, pero no tienen ese poder. La materia es
algo que de lo que huyen y recuerdan aquello como una cárcel, un sinsentido.
Quien sabe. Tal vez seamos los únicos seres materiales que quedan en el
planeta. Todo lo demás se ha convertido en esa… ese poder.
- Yo siempre les he tenido miedo.
A mi hermano lo pillaron mientras dormía. Yo me escapé y pude notar que me
seguían allá donde pisaba. Toda la calle me seguía, todos los edificios, la
electricidad, los semáforos, el agua… todo cuanto era de la naturaleza o hecho
por la mano del hombre, todo venía a por mí. No encontré a nadie y de esto ya
hace como dos años. Creo que empezaron a transformarse.
- Y, ¿qué piensas hacer,
pequeño?- preguntó el viejo.
- Seguir escondido. Es la única
manera que no me cogerán nunca, seguro. Seguiré escondido en esta ruina oxidada
hasta que muera y roben mi alma.
- No creo que sea una buena
solución.- opinó el viejo.- Será mejor que salgamos de aquí y busquemos un
sitio más firme.
- ¿Y si nos encontramos con los
Perfectos mientras buscamos ese sitio?- preguntó Chico mientras se erguía.
- Venga; te vuelvo a repetir que ahí
fuera no hay nada que temer. Si hubiera sido así, yo no hubiera entrado, ni
siquiera esta conversación habría sido posible. ¡Qué diablos! Hacía tiempo que
no hablaba con nadie como Dios manda…
- Está bien. Vámonos de aquí,
salgamos, pero volvamos si no hay sitios cerca, ¿vale?
- Así lo haremos. Me parece
bien.- contestó el viejo sonriente mientras se volvía hacia Chico.
Chico se levantó mientras el viejo vigilaba por las rendijas de que
nada pasara afuera. Abrió la puerta cuando Chico estuvo a su lado y salieron
los dos al exterior. El sol acarició sus rostros y su calor les invadió a
ambos. El viento, que hasta entonces había permanecido casi ausente, como
adormecido, se levantó en pequeñas ráfagas tibias que hicieron tambalear al
viejo. Chico notó algo invisible, algo eléctrico que iba a por él. Retrocedió
para meterse de nuevo en su refugio, pero el viejo le retuvo.
- Lo siento, pequeño, pero no
podía permitir que me arrancaran el alma a mí antes que a cualquier otro. Esta
vez has sido tu el elegido para ocupar mi lugar como otros tantos lo han hecho
antes que tú.
Chico trató de forcejear, pero la mano del viejo permanecía firme y
bien cerrada. Empezó a patalear y el viejo le propinó una sonora bofetada que
lo dejó aturdido. Cayó al suelo y, allí sentado, Chico se dio cuenta que no
tenía escapatoria; acto seguido, notó una punzada muy aguda en su corazón y
en su mente. Quiso gritar, pero no pudo. La respiración faltaba en sus
pulmones, que pedían a gritos aire y sus ramificaciones nerviosas dejaron de
transmitir impulsos al cerebro. Después de eso, ya no sintió dolor; ahora podía
volar. Lo intentó y voló. Voló lejos mientras su cuerpo material, en el suelo,
desaparecía fundiéndose con la arena. Allá afuera, en ese mar de dunas, quedó
el viejo solamente.
- Yo ya he cumplido mi propósito.
Dejadme al menos morir con dignidad de ser humano. Nadie queda ya por la
tierra, así que me he ganado mi perfecto derecho de…
El viejo interrumpió sus palabras, ya que su mente se vio de repente
inundada por miles de voces y gritos que le hicieron caer al suelo y retorcerse
de dolor. Reparó en que sentía el corazón como si se lo estrujaran y la sangre
se esparciera por su cuerpo en un torrente rojo de furia. Notó que la cabeza le
iba a estallar, como si se hinchara hasta adquirir proporciones imposiblemente
descomunales, hasta reventar en millones de pedazos y esparcirse por todas
partes.
Chico, o lo que era ahora Chico, había caído en picado sobre él y le
estaba transformando en lo que todos eran ahora. Los Perfectos ya eran ahora un
Todo, una Unidad. Mientras el viejo seguía agonizando, la última chispa de
raciocinio que le quedaba se desvaneció para siempre y murió con el rostro
desencajado. Ya no había más seres humanos en la Tierra. Ahora todos
permanecían unidos y coordinados en la madre de las energías, el génesis
esencial. El planeta ya no se llamaba tierra, ya no era tierra.
El cuerpo del viejo se disolvió en la arena para formar parte de la
nada, como había sido siempre. La esencia del viejo coló como la de Chico y fue
absorbida finalmente por la gran Unidad. Por fin habían dado los dos el Gran
Salto y, por fin, eran parte ya de los Perfectos.
Mientras eran absorbidos y asimilados por aquella energía, el cielo
permanecía azul celeste y el solo enviaba sus rayos al mundo para alimentar la
energía.
Y un viento cálido soplaba lenta y silenciosamente, apacible, a la
arena de la tierra, una tierra desprovista de vida, completa de energía, para
desplazar las dunas.
Y, en medio de todo esto, el silencio.
Wow!! Cada vez que hago ruta de blogs de compañeros me entra la depresión, en fin, os tendré a mano para aprender de vosotros. ^^
ResponderEliminarEste relato tuyo me ha encantado, sobre todo la primera parte que me parece muy platónica, y la frase final también, cierra perfectamente.
¡Hola, Candela! Muchas gracias por tu comentario. Veo que el sentimiento de depresión entonces es mutuo, porque a mi me pasa lo mismo cada vez que salgo de turismo de blogs, incluyendo el tuyo. He leído algunas cosas por encima de tu blog y me han parecido interesantes, así que le haré una visita más en profundidad; piensa que todos aprendemos de todos. Un saludo muy grande y nos leemos.
EliminarOlé!! Un relatito scifi!! Muy bien engranada la historia, y el giro... Tela. No me lo esperaba!! Jajaha! Se me ha escapado un: pero qué cabrón el viejo!
ResponderEliminarAsí, un poco de lejos, porque no es lo mismo, me ha recordado al coraje (y miedo, y desesperación y desubicación) de los personajes de La carretera... Y el afán de sobrevivir a toda costa, sobre quien sea, es tan real...
Malo? No se, malo, malo, tampoco es el viejo, no? Un mero "vendedor de almas" que ya no es dueño ni de la suya...
Muack!!
Pero buenooooo... al final vais a lograr que me sonroje y todo...
EliminarAl igual que tú, creo firmemente que el viejo tampoco es tan malo, puesto que a él también le tocará pasar por el suplicio... que de hecho es lo que le ocurre. Y con respecto a los personajes de La Carretera, sí que es cierto que se parecen, en primer lugar, por estar tan desperdigados, puesto que no se saben si quedan dos, o veinte o doscientos en todo el mundo y, por añadidura, con miedo, desesperación y supervivencia...
Me alegro un montón que te haya gustado
¡Un beso muy grande!
Veo que te va la ciencia ficción... Yo no la he probado. Quién sabe! Todo es posible.
ResponderEliminarEs cierto que me va la ciencia ficción, pero de ahí a plasmarla en papel... es un género con el que me siento algo incómodo, puesto que es muy fácil dar un paso en falso. Me atrevería a aventurar que este es realmente de los pocos en los que utilizo este género pero, eso sí, aprovechando una teoría tan catastrofista como la extinción del ser humano. Que le vamos a hacer...
EliminarPD: ¿Tu comentario deja abiertas las puertas a algo sci-fi? Esperemos que así sea...;-)