I won’t be the one who’s going to let you down
Maybe you’ll get what you want this time around
The trick is to keep breathing
Garbage
Un bosque en medio de la nada. Miles de árboles perennes coronan la
tierra y se levantan hasta un cielo cubierto de nubes grises como cenizas. El
verdor es esplendoroso en toda su magnitud y se extiende hasta donde alcanza la
vista, poblando la madre tierra al este y al oeste. En medio de este frondoso
bosque, hay un claro de tierra yerma y, en medio de este claro, un ataúd de
cristal en donde reposan los restos mortales de una doncella que, en vida, fue
la más hermosa del reino y, ahora, con su palidez cadavérica, es la sombra de
lo que antaño fue. Siete enanos de aspecto curtido velan el cuerpo rodeando el
féretro cristalino mientras entonan cánticos de dolor, de sufrimiento por la
joven muchacha que ya no se encuentra entre ellos, por la muchacha que ya no es
vida en su cuerpo, sino un desierto ocre de desesperación, pues la parca se la
llevó de la mano; la manzana que una vieja le tendió provoco su muerte y los
enanos, compungidos, le lloran.
La doncella de negros cabellos como el basalto pétreo, de rojos labios
como la temprana rosa primaveral, de manos suaves y delicadas, de cuerpo
esculpido por los mismos dioses, está muerta. Pero los enanos que la guardan
saben que el príncipe aparecerá para deshacer el hechizo de la malvada bruja
que pretendía casar a la joven con su despiadado hijo. Los enanos tienen fe en
que aparecerá por el bosque un precioso caballero que la libere de su estado
mortal, dándole ese beso de amor, ese preciado beso que sea capaz de despertar
a la muchacha, de hacer que los zafiros que son sus ojos se abran para
recibirle con la más cálida mirada que un ser humano pueda sentir.
El caballero está en camino.
Siempre a lomos de su impresionante corcel, busca a la que es el amor
de su vida, el amor de mil vidas dentro de su cuerpo. Galopa esquivando las
ramas bajas que amenazan con hacerle caer, saltando los troncos que impiden su
paso por la tierra. Y respira. Respira el aroma de los árboles que le indican
que se apresure, que su amada está cerca, no muy lejos, en un claro. Su
presteza se hace peligrosa y los nervios amenazan con dejarle sin aliento; como
le dijo su padre cuando le enseñó a montar, el truco es seguir respirando, aun
cuando tus nervios te dominen.
El príncipe piensa que no llegará a tiempo. Tan solo unos centenares de
metros le separan de su amada, pero teme no poder romper el hechizo y hundirse
en las profundas aguas del desespero. Sin embargo, el galope de su montura da
un más que preciado resultado: El príncipe ve el principio del claro. Y lo que
es más importante. Ve a su amada.
Baja de su blanco caballo para encontrarse con ella. Los enanos que
guardan el féretro están echados en el suelo. Duermen. Despertarán con ella
cuando la joven prometida salga de su ataúd. Camina lento, aspirando el dulce
aroma del bosque, rememorando el olor de los cabellos de la joven, de su joven
y lisa piel.
Se acerca cada vez más, paciente, tranquilo, sabiendo que su amada está
a unos pasos y su amor brotando de todos los poros de su ser. Al llegar al
féretro, retira la cristalina cubierta y la mira con ardiente deseo, con
infatigable amor, con el sentir del corazón saliendo por su boca. Y entonces se
acerca, y le besa. Y el beso hace que su cuerpo reciba un torrente de emoción y
cariño nunca antes experimentado antes por ninguna persona. Su beso nace cálido
en los labios de ella y, tras retirarse, nota como lentamente la muchacha
entreabre la boca dejando ver las perlas que su boca guarda en perfecta hilera.
Respira. Entonces abre los ojos y son resplandecientes, de un azul intenso, que
se confunde con el azul celestial del día y con el azul profundo del mar. Le
mira y comprende. Sonríe.
El le tiende la mano y ella la coge. Le ayuda a salir del ataúd con la
delicadeza propia de una obra de arte. Sale despacio, como si se hubiera
despertado de un sueño profundo de miles de años. Ve a sus queridos enanos
durmiendo, sus amigos que siempre le colmaron de atenciones y caprichos y sabe
que no volverá a verlos nunca más.
El príncipe ve que llora, que no quisiera esto para ellos, que no lo
quería, pero el beso que la ha despertado, ese beso de amor que su amado le ha
procurado, estaba más allá de las fronteras de la vida y de la muerte. Es el
beso de una promesa, el beso que dos amados se dan aún cuando ambos han cruzado
esa frontera. Y los dos lo saben; saben que han muerto para el mundo, pero no
para ellos mismos.
Se dirigen hacia el frondoso bosque de nuevo cogidos de la mano, sin
mirar hacia atrás y, mientras lo hacen, desaparecen, esfumándose con la
temprana niebla… sin mirar atrás.
Los enanos duermen, guardan el féretro de cristal donde reposa el
cuerpo de una princesa. Pero los enanos que la guardan saben que el príncipe
aparecerá para deshacer el hechizo de la malvada bruja que pretendía casar a la
joven con su despiadado hijo. Tienen fe en que aparecerá por el bosque un
precioso caballero que la libere de su estado mortal, dándole ese beso de amor,
haciendo que vuelva de nuevo a respirar.
Para que vuelva seguir respirando.
Ohhh! Qué versión más melancólica del cuento!! Me ha encantado tu visión, es más oscurilla, jejeje. De repente, tiene todo el sentido del mundo, el cuento podría tener esta voz como final alternativo...
ResponderEliminarLo del presente, veo que es algo muy presente ;) pero parece que me voy haciendo a ello.
Muack!
¡Hola de nuevo!
EliminarTranquila, que exceptuando este y el de las hadas, me parece que pocos cuentos encontrarás con presente, al que veo que le tienes algo de fobia :P...
Me alegra que te haya gustado, pues ha sido uno de los cuentos que más fuerza pegó en mi cabeza antes de decidirme a escribirlo y, la verdad, estoy bastante contento con el resultado... a pesar de los presentes... juas...
¡Un besooooo!
Con este vas a tener muchos ¡Oooooh!, jajaja.
ResponderEliminarNo solo la versión del cuento, que me ha parecido genial aunque me quede con mucha pena por mis siete. :_ Pero es que además, el lenguaje, las frases, te has lucido. No me extraña que estés contento. :P
¡Abrazos! :D
Por norma, los cuento de hadas solían ser algo brutales con una moraleja implícita en ellos. Posteriormente los edulcoraron un poco bastante demasiado para agradar a la burguesía. El cuento de Blancanieves siempre me ha parecido de lo mejorcico que he leído y quería hacerle una especie de homenaje de acorde con lo que normalmente escribo. Y coincido contigo... a los siete, ni tocarlos. Jejeje
EliminarGracias por tus comentarios como siempre, Candela ;)
¡Un abrazo!
Vaya! No habrá más presentes?! Ya les empezaba a perder el respeto, jejeje!
ResponderEliminarEnhorabuena de nuevo!! ;)
Lo dicho anteriormente. Tal y como escribes, el darle una patada en el culo al presente haciendo un relato en ese tiempo, seguro que es pan comido para ti :P
Eliminar¡Nos vemos!
foarte interesant
ResponderEliminarMultumesc mult pentru comentariile dvs!!!
EliminarMaravilloso, me ha encantado todo. Saludos!
ResponderEliminar¡Hola Sonsoles!
EliminarPerdona el retraso por contestarte al comentario.
Debo agradecerte que te pases por aquí de nuevo y que tengas buen olfato para las elecciones en mi blog. Me parece genial que te guste este en concreto por lo que expongo por ahí arriba; siempre he pensado que es un giro algo nuevo al cuento de Blancanieves muy en la onda de lo que suelo escribir (y también leer).
¡Un abrazo muy grande!