Antes, cuando era
pequeño, más o menos, con diez años, me solían preguntar que a quien quería
más, si a mi madre o a mi padre; pues bien, yo sabía que contestarle de
inmediato: “A mi madre”, decía sin pensarlo. Y entonces ponían cara de compungidos
y de pena, como si me entendieran y me contestaban: “Pobrecito, era tan
buena... ¿y en qué te gustaría parecerte más a ella?”, volvían otra vez a
interrogarme. Yo no me quedaba corto, y siempre les decía lo mismo: “En que
está muerta”.
Comprendí, por
aquel tiempo, que se evitó hablar del tema conmigo y, bueno, no es que fuera
por falta de interés (obviamente, en mi círculo familiar y de amistades, las
habladurías corrían como la pólvora encendida), si no porque pensaban, o al
menos eso creo, que estaba un poco chalado; no: un poco... perturbado por la
muerte de mamá. Bueno, no les culpo.
La verdad es que
envidiaba a mi madre por haber dejado este mundo tan maravilloso y no ver en
ella ni el más mínimo atisbo de sorpresa al cruzar... ¿cómo dirían los
puritanos? ¡Ah, sí! Cruzar el otro lado y subir a los cielos. Pero a ver... voy
a explicarme desde el principio.
Mi madre era una
persona buena, atenta, cariñosa... todo lo que una madre debiera de ser; nunca
me faltó nada que no saliera de mi boca; al contrario, allí estaba ella para
darme lo que quisiera... en su justa medida, claro, si no me hubiera vuelto
holgazán y egoísta. Siempre se ocupaba del más mínimo detalle: En mis fiestas
de cumpleaños, en las cenas con mi familia, en leerme cuentos antes de irme a
dormir, arroparme y decirme que me quería, cocinar para mi cuando volvía del
colegio, escuchar cómo me había ido....
Suena a película,
¿eh?
Pues era la
realidad, tal y como la viví. Mi familia era como todas las demás, una familia
normal aunque, claro está, que teníamos altibajos, como todo el mundo, pero
normal al fin y al cabo.
De mi madre me
gustaba todo; su atención a mi persona, los besitos que me daba, las comidas
que me hacía, me ayudaba con los deberes, me reñía por mi bien... a veces se enfadaba
conmigo, pero se le pasaba enseguida y luego subía a estar conmigo mientras
jugaba o leía o, simplemente, dormía.
Por eso, ahora, no
comprendo la razón por la que se fue sin mí. En fin; que me dejó tirado, con
estos hipócritas que son mis tíos, mis primos y demás familia (con exclusión de
mi padre, que se merece mi respeto y mi admiración.) y que no paran de mirarme
con una mezcla de lástima y reservas, como si fuera un bicho raro o algo así.
Desde luego, no les compadezco por ser como son (hay veces que me pregunto de
dónde demonios salió mi madre, porque no se parece en nada a sus parientes) y
les deseo lo mejor en sus insulsas y estúpidas vidas.
Ahora creo que mi
madre me dejo porque estaba cansada de ver cómo dependía de ella y quería que
me hiciera mayor, y quería que les hiciera frente a esta sarta de capullos que
son mis familiares y amigos. Creo que quiere verme desde donde está a ver que
tal me manejo sin su ayuda, si puedo tener éxito en esta proeza, porque si hay
algo que destacar acerca de mi madre, es que era sumamente callada, muy poco
crítica con los idiotas junto a los que había crecido.
Es un hecho que yo
no soy muy bien aceptado dentro de mi familia, pero creo que el alejarme de
ellos me acerca más a mi madre. Algunos piensan que estoy medio loco; otros,
que tengo complejo de Edipo; y otros, sencillamente, ni opinan siquiera. Yo no
tengo nada que ver con esas tres opiniones. Son ellos los que no se atreven a
dar la cara ante mí; cobardes que solo piensan en su precioso piso con sus
preciosas obras recién acabadas o en su precioso coche mientras cenan una
mierda precocinada y siguen hablando de idioteces propias de los mierdas que no
tienen nada mejor que hacer que pasear su vista por encima del hombro a cuantos
se reúnen con ellos.
Por eso he decidido
escribir esto en memoria de mamá, porque ella se merece algo mejor que ser
recordada fugazmente entre la gentuza con la que creció. En fin, ella empezó a
educarme, y yo acabé su obra. Me he deshecho de todos sus familiares aislándome
de ellos, incluso de mi padre, muy absorto en los recuerdos del pasado con mi
madre. Ahora estoy solo escribiendo este texto, a la espera de que alguien lo
encuentre cuando abran la puerta de mi piso.
Me gustaría pensar
que, antes de cortarme las venas, o mientras me desangro, mi madre me estará
esperando ahí arriba (o donde quiera que se encuentre el cielo) con los brazos
abiertos, sin ninguna muestra del cáncer que le absorbió la vida y me diga:
“Felicidades hijo,
te has quitado de en medio a esos imberbes; estoy muy orgullosa de ti, ya que
completaste aquello que no pude hacer en mi tiempo”
Esto es amor de
madre, y el resto son tonterías.
Ojalá la encuentre
allí y le pueda estrechar yo también entre mis brazos. Ojalá.
¡Buenos días! ¡Qué dolor PJGA! Voy a tener que cambiar la rutina y no leerte como acostumbro, en el trabajo con el cafelito de máquina, cualquier día me atraganto xD
ResponderEliminarHas conseguido darle la voz de manera impecable y ha quedado un texto sobrecogedor.
¡Buenos días Candela! Pero clarooooo... esto mejor léetelo antes de irte a dormir o así, que si te levantas con la mañana descansada y reposada, te puede fastidiar el día...:P
EliminarGracias como siempre por pasarte por aquí. A mi ahora no me queda más que un paso de valiente con tu blog, puesto que solo me queda la poesía y, por supuesto, la esperanza de que vas a publicar en el futuro nuevos relatos que seguro que serán, para variar, tremendos. Mientras espero con impaciencia, leeré la poesía, un terreno casi inexplorado para mi.
¡Un beso muy grande y nos leemos!
Ufff! He tenido que decirlo en alto! No imaginaba la desembocadura de este texto. No se, pensaba que iba por otros derroteros... Me parece una carta bella cargada de desesperanza. Vaya tela!!
ResponderEliminarUn beso!
No se lo dije a Candela porque no me acordé, todo hay que decirlo, pero este texto es uno de los que menos me convencen. Pensé hace mucho en escribir algo relativo al suicidio pero me quedó como muy de complejo de Edipo... Aún así, la mayoría manda y, si parece que gusta, pues ahí se queda.
Eliminar¡Gracias mil de nuevo y un besazo!
Que buen relato,tal vez este equivocada o sea amor de madre pero creo que mi querido hijo sufre el complejo de Edipo,no se me he quedado pensando!
ResponderEliminarAunque siempre mi niño me dice,si algún día me faltaras lo haré lo mejor que pueda!! guaooo me ha llegado!!
Un saludo
Es ley de vida que los hijos tienen que seguir a pesar de la falta de los progenitores, faltaría más. La situación de este relato refleja un complejo de Edipo, como bien has dicho, pero llevado a un extremo bastante radical. Me encanta que te haya llegado
Eliminar¡Un saludo muy grande!