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jueves, 31 de enero de 2013

LAS MÁSCARAS DE ATTIS


Adrastos entró sigilosamente al teatro sin que nadie consiguiera verle. Hacía dos semanas que había llegado el carromato del viejo Attis a Delfos para representar obras durante las fiestas Dionisíacas. Al menos una docena de actores habían llegado con Attis y el coral de unas cincuenta personas se preparaba para la representación, entre los que se encontraba un amigo de Adrastos, Eudor.

Eudor le dijo en su momento, cuando las noticias habían corrido por la ciudad como una epidemia al saber que Attis se detendría allá, que el carromato del susodicho estaba repleto de máscaras, vestuario y objetos de diverso material. Adrastos, que tenía una fecunda imaginación, se imaginaba aquello con todo lujo de detalles. Nunca vio una obra de teatro de semejantes características y ansiaba acudir al teatro y observar a cada uno de los actores.

Pero lo que más codiciaba por encima de todo, era el poseer una de aquellas máscaras del carromato de Attis, pues quería mostrarle a Efterpi, la muchacha por la que suspiraba, de lo que era capaz de hacer por ella. Al enterarse de que Attis llegaría a Delfos, le pidió poder contemplar sus obras. Pero Adrastos tenía mejores planes; en vez de ir a contemplar las máscaras, le llevaría una. Así pues, acudió al teatro para hacerse con aquello que codiciaba.