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jueves, 27 de septiembre de 2012

EL VUELO DE LAS HADAS


Carimironeana flota entre las nubes. Semejante a un corcel que cabalga por la fresca campiña al atardecer, el hada envuelta en algodones vuela alto, casi saboreando la luz que le llega de más allá de las montañas, de las altas cumbres nevadas que se levantan amenazadoras intentando tocar el cielo que ella misma sobrevuela.

Carimironeana es feliz. Su corazón casi salta en su pecho mientras cruza las impolutas nubes que cruzan por ese mar celestial infinito; vuela. Sabe volar. Ha aprendido hace muy poco, pero no hay cosa que más le llene como ser vivo que volar. A pesar de que ama la tierra, de que ama los árboles y de que ama a las montañas y las colinas que refrescan su joven y pálido rostro, ella se considera hija del viento y del cielo, de las nubes y las estrellas, del sol y de la luna.

Carimironeana tiene unas alas pequeñas, pero fuertes. Con ellas lleva cincuenta años surcando los cielos. Tan solo se detiene para descansar en tierra. Y, cuando sueña, lo hace con el cielo. Es un hada apartada de su naturaleza, tangente a sus semejantes, y con un amor hacia el gran azul como nunca se ha visto por ningún ser vivo.

Carimironeana, al volar, siente en sus oídos el aliento del oxigeno, siente en su pequeño pecho la vida del aire, el latir del color le inunda la vista; sus ojos se transforman en una fuente de azul perfecto y su sonrisa se ensancha tanto que se diría que jamás se extinguiría la felicidad en su rostro.

Carimironeana ha atravesado cielos violáceos de un anochecer angosto, ha extendido sus alas en cielos púrpuras, casi negros de noches apacibles y serenas, ha visto el reflejo del sol y el suyo propio en el espejo del mar, ha ido hacia más allá de donde se extiende el horizonte y ha probado las frescas gotas de lluvia otoñal mientras los relámpagos trenzaban sus cabellos.

Carimironeana observa desde su posición elevada el bosque que le ha visto nacer, el bosque al que baja para subir de nuevo en sueños. Y es en ese mismo momento, en ese atardecer, con el sol poniéndose entre las colinas, calentando su rostro con los últimos rayos de su luz, cuando el aire se vuelve más denso para ella. Y llega hasta su olfato el olor de humo. El olor de algo que se quema. El bosque llama a sus hijas para que atiendan al peligro que se cierne sobre él.

Carimironeana es hija del viento y del cielo, pero el bosque es su protector por las noches, su salvaguarda de los sueños nocturnos y, como tal, baja rauda a atender los ruegos de su amigo. Y ve como los animales abandonan sus madrigueras, como corren hacia lugares menos peligrosos y se alejan de la amenaza que crepita con la madera y se alimenta de ella. El terror rojo y caliente se aproxima sin piedad, devorando todo lo que encuentra a su paso. El fuego no perdona ni respeta ninguna zona y se propaga con rapidez. Las llamas se elevan por encima de las copas de los árboles para haceros arder como si fueran velas de cera absurdamente talladas.

Carimironeana mira a sus hermanas del bosque, las hadas, que intentan apagar el fuego con la ayuda de Silbo, su Magnum Pater, aquel que las acoge a todas, guardián del bosque  y señor de la brisa forestal. Y ella vuela rauda hacia donde están para ayudar en todo cuanto pueda. Puede oír en su mente las voces lastimosas de los árboles casi carbonizados por el fuego y siente las lágrimas de sus hermanas que caen al pardo suelo como gotas de rocío.

Carimironeana se queda con ellas y su Magnum Pater para sofocar el fuego, para luchar contra él, para aniquilar todo rastro de lengua flamígera. Y casi lo logra, tras mucho batallar contra el, pero es inútil. El fuego avanza sin piedad. Y cuando ella quiere darse cuenta, observa a su alrededor y contempla con absoluta perplejidad que sus hermanas no están. Han huido al comprender que el bosque se rinde ante el poder calorífico del imposible fuego y no han reparado en que ella, su hermana celestial, no estaba allá.

Carimironeana siente que el calor se cierne sobre ella como una ola intempestuosa del mar. Y ve que no tiene escapatoria. Que no puede huir a través del bosque. Nota como el calor empieza a apoderarse de su piel y, lo que es más importante, de sus alas. Y, con las alas ardiendo en sus bordes, con un grito de desesperación, huye del fuego hacia arriba, hacia su hermano cielo. Y atraviesa las llamas que intentan, como dedos desesperados, hacerse con su diminuto cuerpo y engullirla como le ha ocurrido al bosque.

Carimironeana sube cada vez más alto, pero el fuego se ha prendido en sus alas y estas se queman lentamente. Entonces, cuando ya no puede volar más, deja caer su cuerpo de nuevo hacia la tierra, dejándolo a merced de destinos inciertos. Pero voló alto, muy alto y lejos, muy lejos. Y su cuerpo fue a dar al rió cercano a bosque. Se sumergió apagando el fuego que consumía lo poco que quedaba de sus alas.

Carimironeana siente el abrazo del agua dulce. De sus alas solo quedan vestigios carbonizados y húmedos. Y mientras su cuerpo toca fondo de aquel río, comprende que ha llegado el momento; ha llegado el momento de escoger. Jamás podrá volver a volar de nuevo, ni recorrer aquellos parajes maravillosos a vista de pájaro; jamás volverá a sentir la caricia del viento ni el cercano rayo de sol. Así que escoge; y cierra sus ojos.

Alexia se despierta de su sueño; abre los ojos bruscamente; sabe que ha tenido un sueño, pero no recuerda ni siquiera un fragmento de éste. Mira la hora en su reloj y ve que son las cuatro y veinte de la mañana. Demasiado pronto. Mañana, es decir, hoy, tiene clase a las siete de la mañana en la Facultad de Económicas. Se levanta despacio para no despertar a nadie y se asoma a la ventana. Quisiera poder dormir de nuevo, pero se ha desvelado.

Alexia mira a través de la ventana. Las luces de la ciudad le parecen velas encendidas en medio de una oscuridad inconmensurable. Le recuerdan a las luciérnagas del bosque. Más allá, ve las oscuras colinas que bordean su ciudad. Siente un escalofrío que le recorre todo el cuerpo. Y se pregunta, con cierto asombro, si algún día podrá volar de nuevo y surcar los cielos para ver aquellos paisajes que visitó…

Cuando todavía tenía alas.

8 comentarios:

  1. Triste y desesperanzado canto...
    Se me hace un texto con hilo poético por el lenguaje que utilizas, la calma en el ritmo y la distribución de los párrafos y frases, que seguro te costó colocar así. Pero... mmmm, no sé. La apuesta por el presente (y algún pretérito perfecto, pero poquitos) como tiempo verbal me ha hecho un poco lenta la comprensión. No estoy acostumbrada a leer en presentes, jejeje.

    Besos!

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    1. La verdad es que el presente como tiempo verbal a mí se me hace también un poco cuesta arriba, sobre todo a la hora de escribir algo. Pero a pesar de ello lo que intenté con este fue crear un entorno alrededor de la protagonista y servirme de ese tiempo para describir lo que hay a su alrededor. Quizás estamos más acostumbrados a leer lo que ya pasó que a lo que está pasando en ese momento, y eso da también un poso de irrealidad, ya que mientras nosotros leemos quietos, se desarrolla acción en lo que lees en ese momento.
      Y ya, con este discurso, acabo. Gracias por el comentario.

      ¡Un abrazo fortísimo!

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  2. Pues tienes mucha razón... Y visto así, cobra todo el sentido. Estás creando la percepción del hada en tiempo real!
    La verdad es que sí estamos acostumbrados a leer en pasado, y parece sencillo "montarnos la película" en función de eso. Pero al hacerlo en presente, como que se fuerza al lector a ver lo hay, no hay opción. Me gusta. Y la verdad es que creo qud también resulta más sencillo escribir así, en pasado, así que un aplauso para tí por adentrarte en "lo desconocido"... Jijiji!!

    Otro para tí!

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    1. Solo una duda: ¿Para cuando vas a obsequiar a tus fans con un relato en presente?
      Espero ese momento con ansiassssssssss...

      ¡Besos!

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  3. ¡Wow! ¡Lo sabía! Desde que entré tu blog y vi este título estaba deseando llegar a él, pero quería guardar el orden. Ya estaba segura de que me iba a gustar pero es que es impresionante, precioso, precioso... yo no me atrevo a escribir cuentos de hadas, son tan especiales para mi.

    Ha sido un verdadero placer leer este cuento, rebosa vida y calidad por los cuatro costados.

    ¡Un abrazo!

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    1. Justo esto que dices de guardar un orden me pasó con tu blog, que empecé picoteando primero con la Venganza de Vera y luego, como vi que prometías pensé: "Así no; vamos a empezar por el principio que me parece que hay más tesoros por allá".

      Muchas muchísimas gracias por este comentario tan positivo y por supuesto, un verdadero placer que te haya gustado;)

      ¡Un beso y un abrazo muy grande!

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  4. OHhh, que bonito!.. lleno de magia cada párrafo es hermoso sin más!..
    Un saludo

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    1. Las hadas siempre me han llamado la atención, sobre todo por esa dualidad que las leyendas les dotan; para algunos, son espíritus benevolentes de los bosques; para otros, son seres implacablemente malvados. En este caso, he decidido quedarme con la primera versión y, aunque tenga la tragedia por bandera en el desarrollo de la acción, al final al menos el espíritu permanece.

      ¡Un saludo!

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